Mucho había prosperado desde que decidió convertirse en una chica Consupermiso, pensó, mientras introducía en el cajero automático los tres mil euros ganados aquel mes. A su lado, sus amigas Pascuala y Jimena no daban crédito a lo que veían sus ojos.
-¿No queréis ganar dinerito? -les preguntó María.
Ellas callaban y asentían. Pascuala se imaginó abriendo publicidades en el ordenador de su hija. Jimena pensaba en expandir su negocio. Seguro que convencía a sus amigas del curso de ganchillo para que se hicieran afiliadas suyas.
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