Desde hace ya algunos años, el mercado de trabajo para puestos relacionados con la programación experimenta un extraño fenómeno: cuando aparece una oferta, los currículos siguen circulando rutinariamente, pero ya no son utilizados – salvo en empresas ancladas en el siglo pasado – en decisiones de contratación.
En su lugar, lo que verdaderamente abre puertas y determina el atractivo de un profesional son otras variables: participación en proyectos, en discusiones técnicas en determinados foros, en proyectos atractivos en repositorios de código abierto o en sitios freelance… el verdadero currículo, lo que realmente determina el valor real de un programador está escrito en la web, y puede ser consultado por cualquiera que sepa lo que busca.
¿Cómo enfocar, por tanto, una búsqueda de trabajo en ese ámbito? En ningún caso quedándose quieto y enviando currículos sin más, sino aprovechando el tiempo para enfocarse precisamente en esas actividades.
Este fenómeno, que parecía intrínsecamente vinculado a lo tecnológico, se ha trasladado ya, en gran medida, al resto de áreas. Lo relevante a la hora de contratar a muchos profesionales es lo que la red dice de ellos. Gestionar o participar en un grupo en LinkedIn, o tener una cuenta en una red social en la que comentar noticias de un ámbito concreto pueden ser elementos fundamentales a la hora de decidir un proceso de selección.
Cada día más, somos lo que la red muestra de nosotros, en lo positivo y en lo negativo. Si en la red te comportas como un idiota, procura usar cuentas que no te identifiquen, porque muchos creerán – y posiblemente con razón – que también lo eres en persona: alguien con quien no es recomendable trabajar.
¿Quieres trabajo? Trabájate la web. Se ha convertido en todo un escaparate.
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