Besó al novio de su hija
y descubrió los euros a su lado
en un hotel que se asomaba
con una terraza a la playa
donde los ricos se doraban.
No le importó el marido
amante de sus desgracias
ni la hija descendiente
siempre gastando sus pagas
en trapitos de rebajas.
Aquel cuerpo de adonis
era el postre más ansiado
por una suegra hambrienta
de premios de loterías
que eran cosa muy fácil.
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