Te gustaba el dinero,
me gustaba el dinero
y el amor nos quedaba
tan común como los euros.
Pasé los días contando
la chatarra a tu puerta
y tú cantabas un bingo
al caer los mil quinientos.
Marchó nuestra juventud
un abril que puso resta
en las pieles arrugadas
por los vientos de poniente.
Quedaron nuestros ahorros
para el banco tragaperras
que restó en comisiones
lo de nuestros descendientes.
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