Llego a tu paraíso
y te encuentro trabajando
con un pico abrezanjas
y tu salud derrotada.
¿Por qué trabajas, amor,
como un hombre-esclavo?
Tú, que eres primer hombre,
mereces cumbres más altas.
Te arranco de las manos
el pico que pone callos
en tu piel de señorito
y te aplico un bálsamo.
Tú, Adán mío, sonríes
como un esclavo salvado
de los grilletes que ataban
sus pies a un duro tajo.
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